"....Ser profesor tiene algo que ver con la aventura. Me gusta la imagen del profesor como un aventurero, como un marino, un capitán, y el aula como nave imaginaria. Los alumnos son los tripulantes ansiosos de aventura y novedad. El curso, el océano abierto, el mar lleno de tritones, animales fantásticos marinos, torbellinos, Escila y Caribdis a un lado y a otro, islas de flores narcóticas, ninfas, gigantes de un solo ojo, triquiñuelas, artimañas, estrategias ... Todo vale. Pero un viaje puede ser todo menos aburrido. El capitán debe convertir el conocimiento en apasionante para entusiasmar a sus tripulantes que son, pese a todo, el alma de la aventura. Y, como sabemos, lo que importa es el viaje. No Itaca. El viaje debe ser fecundo y lleno de emoción. El capitán que no renueve sus cartas marinas, que siga pensando que el conocimiento con sangre entra, que un aula es un espacio donde debe reinar el silencio absoluto de la devoción ante sus palabras, ese capitán sin duda deberá o debería buscar otro barco con tripulantes de la tercera edad. Que tampoco lo seguirían porque preferirían tal vez otros juegos...."
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